Cuando hecho la vista atrás, lo que más recuerdo de niña es tener lo que podríamos llamar un «gran mundo interior». Largas conversaciones «en mi cabeza» con personas que vivían en mi mundo, sueños vívidos y lúcidos, etc. Todo un mundo al que los adultos no tenían acceso.

Ahora como adulto me doy cuenta de que esto es un común denominador para todos, algo totalmente natural y saludable que por alguna razón vamos perdiendo a medida que crecemos. ¿En qué momento nos alejamos, llegando incluso a la desconexión, de esa naturalidad y por qué?

Siempre fui una buscadora de respuestas. ¿Por qué parece que tengo una relación especial con los animales? ¿Por qué me da la impresión de que me entienden? ¿Por qué parece que si se lo pidiese las nubes podrían apartarse? ¿Por qué parece que sé lo que le pasa a las personas que se relacionan conmigo aunque no me lo cuenten? ¿Por qué me produce tanta emoción observar las estrellas? Había en mi interior una «facilidad» para vincularme.

Si repaso mi historia personal, observo que la capacidad de vinculación y de proporcionar salud, en forma de alivio, consuelo, comprensión, etc. ha estado siempre presente.

Nunca fui lo que se llamaba «una buena estudiante», pero mi enorme curiosidad, unida a mis otras características personales, y a una serie de crisis familiares, separaciones, enfermedades y muerte de personas importantes para mí, fue lo que me dirigió a estudiar psicología. Acabé la carrera especializándome en social y empresas porque la clínica me parecía una enorme responsabilidad. Más tarde entendí que la responsabilidad forma parte de todo y no solo de una profesión en particular.

Al haberme especializado en empresas, mi paso siguiente fue realizar un máster en dirección de recursos humano. No acababa de encontrar mi sitio en ese mundo así que seguí estudiando. Empecé con algo que me gustaba desde niña y totalmente alejado de mi carrera. Estudié peluquería y estética y al terminar abrí una pequeña peluquería en el pueblo en el que vivía. Encontré que la parte de la estética en la que se daban masajes me llamaba mucho la atención y además se me daba muy bien. Hice un cursillo breve de masaje terapéutico y casi sin darme cuenta empecé a tener clientes, entonces decidí especializarme más. De nuevo cogí los libros y estudié osteopatía.  A pesar de que era una estudiante, los pacientes iban aumentando y me encontraba con ellos charlando sobre sus problemas mientras deshacía sus contracturas y colocaba algunas articulaciones. La carrera de psicólogo seguía llamando discretamente a mi puerta sin apenas darme cuenta. Poco a poco fui dejando atrás mi vertiente de peluquera porque la osteopatía me apasionaba, estudié todas sus vertientes: articular, craneosacral, visceral, biodinámica… y al acabar, abrí con mucha ilusión una clínica de carácter integrativo.

Me di cuenta de que esta forma de medicina manual era extraordinariamente resolutiva. Los efectos en los pacientes eran cada vez más asombrosos, y a medida que iba dejando atrás mis estrecheces mentales y prejuicios, y me iba abriendo cada vez más y más, empezaron a llegar resultados que parecían realmente fuera de lo ordinario.

Entendí que la unión entre mente y cuerpo no era solo una frase hecha, sino una clara y diáfana verdad; que todo lo que hay es energía y que nosotros también lo somos, haciendo un viaje experiencial en el que cada vez vamos ganando más consciencia y esto se convirtió en el pilar fundamental de mi trabajo.

Cada vez llegaban a mi vida más y más intuiciones, sincronías, y todo tipo de eventos sin mucha lógica racional pero extraordinariamente sanadoras. Mis características naturales siempre estuvieron presentes, pero durante mucho tiempo me esforcé por reprimirlas porque no pertenecían al campo de lo normal.

No sin mucho esfuerzo, fui dejando que fluyesen de nuevo porque me daba cuenta que cuanto más las dejaba actuar, mejores resultados tenían mis pacientes. Con el tiempo me reconcilié con ellas, y por tanto conmigo misma, y me permití dejarlas crecer.

En el año 2011 recuperé firmemente mi carrera  de psicología y me especialicé en psicología sanitaria. Poco a poco fui formando diferentes grupos de crecimiento personal que culminaron en 2020 con un proyecto de formación del que me siento particularmente orgullosa y al que estoy especialmente vinculada, la Escuela de Consciencia Recuerda.

Y aquí sigo, en mi propio camino de recuerdo de quienes somos, tratando de servir a mis compañeros de viaje con mis propias capacidades y con las herramientas que fui adquiriendo.