Démone vivía junto a Guerrero Soldado sin él saberlo.
Conocía sus más íntimos secretos; sus defectos, sus miedos, sus pasiones y también sus virtudes.
Démone vivía por él y para él; era su sentido de existir.
Se aparecía en sus sueños, le susurraba al oído cuando estaba entretenido y hasta en varias ocasiones conseguía inspirarle imágenes que resultaban en ideas maravillosas. Mas Démone últimamente estaba muy preocupada por su especial amigo.
Recientemente él había entrado en uno de sus recurrentes bucles, pero esta vez la espiral descendía mucho más que de costumbre y su densidad se estaba realmente espesando.
Después de varios meses enroscado en lo que estaba empezando a convertirse en una oscura viscosidad, un buen día Guerrero Soldado dejó de vestir con su acostumbrado atuendo. Había abandonado su habitual cota de malla portando ahora armadura completa, escudo y espada.
Guerrero Soldado estaba transformándose más cerrado y Démone estaba empezando seriamente a preocuparse. La densidad, día a día, se convertía en más tenebrosa y lóbrega. ¡Estaba empezando a llevar armadura incluso mientras dormía!
El carácter de Guerrero Soldado se volvía, momento a momento, más opaco y sombrío; tanto, que su vida se transformó en una profunda y enlutada cueva en la que no dejaba entrar a nadie. Solo él podía ingresar en la boca del lobo, de la cual era su propio guardián.
Démone sintió firmemente que había de poner cartas en el asunto. Guerrero Soldado la necesitaba con urgencia así que reunió toda su energía y potencia para concentrarla al máximo e intentar materializarse y tener una conversación con ese ser al que amaba.
Y en una noche de luna, con la inspirada intuición de la Sacerdotisa, Démone se materializó ante los ojos de Guerrero Soldado justo antes de que él se quedara dormido.
Asustado gritó…
- ¿Qué eres? ¿Mujer en la niebla que aparece ante mí? Si eres habitante del tártaro, vez que estoy bien armado y nada podréis hacer contra mí.
- Tranquilo Guerrero Soldado. No voy a hacerte daño. Bien te conozco como para decirte que tengas cuidado con esa espada no vaya ser que te hagas daño con ella.
- ¿Cómo? ¿Acaso no veis mi semblante? ¡Nada puede hacerme daño!
- Sí Guerrero Soldado. Hay algo que puede hacerte daño; ¡mucho más del que imaginas! Y no soy yo.
- ¿Acaso eres la avanzadilla de vuestro señor, orco del averno?
- No querido. Ni soy un ser del infierno ni pretendo llevarte al abismo. Soy una parte de ti a la que hace decenas de años que no escuchas y solo vengo a decirte que tú mismo estás creando tu propia condenación.
- ¡Vade reto, Lucifer! ¿Qué queréis de mí?
- Precisamente. ¡Eso quiero! Darte esta luz.
Démone le acercó lentamente una blanca vela que iluminó el angustiado rosto de Guerrero Soldado.
- ¡Atrás Belcebú! ¿Acaso queréis cegarme?
- No, mi amado. Solo pretendo darte este pequeño fuego para que me puedas ver mejor y también puedas ver en qué te estás convirtiendo.
En ese momento, lentamente y con cautela, Guerrero Soldado pudo empezar a vislumbrar a Démone tal como era. Una hermosa figura femenina con ojos llenos de ternura hacia él y sin ningún afán de herirle. Estupefacto, no halló qué decir ni qué hacer. El amor que aquel ser irradiaba lo inundaba por completo. Nunca había experimentado nada similar. Guerrero Soldado balbuceó.
- Y ¿dices que eres una parte de mí? ¿Cómo puede ser tal cosa? Eres mujer y hermosa y cálida y serena y, y, y, y…
- Y todo eso también somos, mi amado. ¿Cómo te sientes al experimentarme?
- Asombrosamente estupefacto y maravillado.
- Ahora que realmente me ves, ¿podrías dejar de apuntarme con ese filo? Escúchame con tu corazón y podrás soltar todo eso que llevas. ¿No ves que no tienes nada que temer? ¿De qué necesitas defenderte?
- De ti parece que no; pero y ¿de los demás?
- Tampoco querido mío. Solo son tus miedos los que te obligan a portar armas y escudos y ellas no son tus verdaderas fortalezas.
- Si me despojo de todo esto que me cubre ¿Dónde podré ocultarme si mis enemigos me acechasen?
- No has de ocultarte si nada temes, Guerrero Soldado. Tan solo has de encender esta vela que ya está en tu interior para poder así iluminar a lo que tú piensas que son tus enemigos. ¡Yo te ayudaré a sostenerla!
- Y ¿con eso será suficiente?
- ¿Acaso no pensabas de mí que era un ser infernal? ¿Era yo la que te producía tu miedo real o era él, precisamente, el que no te dejaba verme como realmente soy?
- Entiendo…
Guerrero Soldado soltó su espada y su escudo y tímidamente fue desnudándose ante ese amor tan profundo que ahora veía iluminado. Como un niño se acurrucó en su lecho y lágrimas de sentimientos mezclados corrían por su mejilla.
- Ahora descansa, mi amor. Yo velaré tu sueño.
María.M.Garrido.
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