El Carruaje

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EL CARRUAJE

Como en todas las grandes enseñanzas, la metáfora del carruaje nos enseña con gran claridad, cuestiones que a primera vista parecen complejas. En este caso, la composición del ser humano.

Según esta parábola, el hombre está formado por cuatro partes:

El carruaje corresponde a nuestro cuerpo físico, el cochero a nuestra mente, el caballo a las emociones, y el viajero (dueño de los caballos, del carruaje y jefe del cochero) a nuestro ser energético y espiritual.

En toda esta compleja estructura, puede que alguno o varios de sus componentes estén conectados adecuadamente, mal conectados o incluso desconectados; ya que el carruaje está conectado al caballo por las varas; este al cochero por las riendas y este último al dueño, por la voz de su amo. Así que no solo es importante el estado en que estén cada uno de sus partes, sino cómo estén también sus conexiones.

Si alguna de ellas presenta algún defecto, el organismo no puede funcionar como un todo.

Desde mi punto de vista, hoy en día, en este momento del tiempo, la mayoría de la personas piensan que su verdadero yo, ellos mismos, son esa voz que habla todo el  rato en su cabeza. Muchos incluso creen que no tienen ningún control sobre ella y que además es así como verdaderamente es. La conexión entre cochero y su amo es nula. Existe una identificación completa con esta parte del ser y un total des-gobierno del mismo.

Ese es el momento evolutivo en el que estamos como Humanidad, pero ya es tiempo de crecer.

Si uno no sabe lo que es, a duras penas sabrá manejar su vehículo. Si uno no sabe que ES el AMO del carruaje, no sabrá que puede ordenarle al cochero a dónde quiere ir, y este se dedicará a dar vueltas sin saber cómo ni por qué e incluso puede que le ceda el gobierno al propio caballo. En demasiadas ocasiones, por total desconocimiento, acabamos con el carruaje en la cuneta. Y a veces los daños pueden llegar a ser desastrosos.

María M. Garrido

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