“¿Cómo decirle a alguien que te importa, que no ha hecho bien algo, sin sentirte culpable y sin miedo a decepcionar. ¿Cuál es la mejor manera de hacerlo?”.
En mi opinión, esta es una maravillosa oportunidad para recordar lo que es verdaderamente el AMOR, ya que desde mi punto de vista aún lo confundimos con el querer.
El AMOR es un concepto enorme y vamos aprendiendo otros términos también muy grandes que están dentro de él como: la tolerancia, la compasión, la comprensión y la empatía entre otros.
El querer «necesita»; lo que sea. El querer tiene expectativas, por ejemplo, sobre lo que esperamos que los demás digan o sobre que se comporten de determinada manera; la que nosotros o la mayoría considera que es «la correcta o la adecuada».
A veces pensamos: Es que… «eso no se hace», o «eso no se dice»; pero sí; sí se hace.
¿Por qué?
Porque es una de las infinitas formas en la que la Totalidad se expresa.
Eso es lo que significa el libre albedrío, que es donde el AMOR se asienta. Otra cosa es a dónde me llevan los comentarios o los actos de los demás.
¿Soy capaz de amar a alguien diga lo que diga o haga lo que haga?
Parece que estamos lejos de «saber» (intelecto + experiencia) qué es el AMOR; y todas, absolutamente todas las experiencias en nuestra vida están dirigidas a re-conocerlo.
¿Por qué digo re-conocerlo?
Porque el AMOR es lo que somos y de dónde todo procede; pero lo hemos olvidado cegados por el velo de la densidad.
¿Por qué presiento que es así?
Por las consecuencias que se han recibido de esa experiencia.
Esa persona hizo algo y yo creo que está «mal» y además decírselo me hace sentir «culpable» y me da “miedo a decepcionarla” si le digo lo que pienso.
Para mí, si se siente AMOR por alguien, lo que yo entiendo que es el AMOR, no se puede considerar que esa persona hizo lo que fuera que haya hecho «no bien». Además veo que decirlo así es un enredo del ego.
Si pienso que no lo hico bien, en realidad lo que estoy pensando es que lo hizo «mal». Decirlo de ese modo, digamos que es una forma «educada» de expresarlo y el impulso que surge de eso es «corregir», «sacar a la persona de su error». Si me inclino a pensar que lo que hizo no está bien es porque lo estoy juzgando.
¿Cómo me doy cuenta de que estoy juzgando y que no es una opinión?
Porque eso que dijo o hizo me hace experimentar de alguna manera conflicto; pero cuidado, porque a veces ni siquiera nos damos cuenta de que estamos experimentando conflicto, porque estamos acostumbrados a reprimir, a normalizar casi cualquier cosa para no entrar a indagar las razones que sustentan eso que estamos sintiendo.
¿Cómo saber si algo nos genera conflicto en el grado que sea?
Por lo cerca o lejos que esté mi sentir, en relación con ese comentario o comportamiento de la paz interior.
Ahora; visto todo esto. ¿Cómo actuar?
Evidentemente SIEMPRE vamos a actuar de forma perfecta, porque lo haremos en coherencia con el grado de consciencia en el que estemos. ¿Pero cómo actuar desde el grado más alto de consciencia al que podamos alcanzar?
Personalmente trataría de traer más luz al recordar y reflexionar sobre esta información anterior que expuse.
Después, haría una meditación breve para tratar de subir mi vibración y posteriormente trataría de despegarme lo máximo que pudiera de mí como personalidad; como si lo que pienso y siento fuera lo que experimenta otra persona, o un actor en una película. Eso me dará la oportunidad de ver más allá de mi propio “drama” personal.
Siempre que recibimos un estímulo tenemos dos opciones: dar una respuesta o no darla; mas dentro de esas dos posibilidades, se encuentra todo un mundo de infinitas materializaciones; multitud de sentimientos, emociones y comportamientos, lo cuales “vivirán” de las vibraciones que yo les dé. ¿Qué tipo de energía es la que nace dentro de mí como para hacerme tomar una u otra posibilidad? ¿Con cuánta luz soy capaz de comportarme ante los eventos de mi vida?
Esta es una representación de la frecuencia de determinadas emociones según el Dr. David R. Hawkins.
Análisis de las posibilidades a través de algunos ejemplos:
- Primera posibilidad: No dar ninguna respuesta.
Ejemplos:
1.Me callo con una energía interior de vibración baja.
¿Qué siento al actuar así?
¿Rabia? La frecuencia que la alimenta está alrededor de 150 Hz.
2. Me callo con una energía interior de vibración media.
¿Qué siento?
¿Neutralidad? La frecuencia que la alimenta está alrededor de 250 Hz.
3.Me callo con una energía interior de vibración alta.
¿Qué siento?
¿Paz interior? La frecuencia que la alimenta está alrededor de 600 Hz.
- Segunda posibilidad: Dar alguna respuesta.
1.Le digo todo lo que pienso, lo que creo que debería haber hecho, y lo que no, desde una vibración baja en mi interior.
¿Qué siento al actuar así?
¿Rabia? La frecuencia que alimenta esta emoción ronda los 150 Hz.
2.Le digo todo lo que pienso, lo que creo que debería haber hecho, y lo que no, desde una vibración media en mi interior.
¿Qué siento?
¿Neutralidad? La frecuencia que alimenta esta emoción ronda los 250 Hz.
3.Le digo todo lo que pienso, lo que creo que debería haber hecho, y lo que no, desde una vibración alta en mi interior.
¿Qué siento?
¿Paz interior? La frecuencia que alimenta esta emoción ronda los 600 Hz.
¿Cuáles son mis criterios? ¿Qué grado de individuación poseo para poder actuar de uno u otro modo? ¿Cuánta dependencia tengo del inconsciente colectivo como para poder comportarme de forma consciente o de forma automática según lo que dicta la norma?
Como se desprende de estos ejemplos, la cuestión no es callarse o decir algo, sino desde qué frecuencia vibratoria actuamos.
María Garrido Garrido.
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