HACER LO QUE NOS CONVIENE.

¡Qué frase tan usada!
Podemos ver en ella la doble fuerza que siempre nos impulsa.
Convenir, del latín, convenire; juntarse en el mismo lugar, ser provechoso.


Cuando decimos que una persona hace lo que le conviene, nos referimos a que hace lo que a ella le viene bien; mas…, veamos lo que se esconde siempre dentro de todas las cosas.


Para poder experimentar, nuestra mente necesita la comparación. Para la comprensión necesitamos oponer una cosa a otra y así podremos observar sus diferencias y extraer la información del asunto.
Subyacente siempre se encuentra la otra cara de la moneda, pues es necesario para la experimentación. A medida que entramos en la comprensión de las cosas, podemos observar que para que esa experiencia tenga “vida”, para que sea real en nuestra psique, hemos de poder compararla con otra que desde la perspectiva del que experimenta es observada al principio como una sola cosa, hasta que, poco a poco, se da cuenta de que para haber visto esa una, ha necesitado la otra, que hasta ese entonces ha permanecido oculta para él.


La infinitud de todas las posibilidades que existen está escondida, pudiéndose reducir a una sola experiencia, mas para poder comprenderla, hemos primero de separarla en dos. Esas son las dos energías primordiales en eterna danza. Las dos fuerzas primigenias, el yan y el ying, el sol y la luna, la claridad y la sombra, el principio masculino y femenino, la acción y la recepción.


Siempre hacemos lo que nos conviene, igual que siempre somos nosotros mismos. ¡No puede ser de otra forma! Pues todo se reduce a uno, mas para poder experimentar, necesitamos la separación de la unidad.


Siempre existe un Orden Superior al supuesto orden y caos que nuestra mente entiende, pues existe la Ley una. La ley del AMOR, la cual, por ahora, solo entendemos como un sentimiento, mas eso solo es una gama de todo lo que el AMOR significa.


El AMOR es Orden Superior, unificación de todas las posibilidades que se reúnen en dos polaridades, y que son necesarias para que el AMOR se exprese. Ahí reside la comprensión de que todo lo que sucede es perfecto, acorde con la Ley uno y siempre es lo conveniente.


El AMOR es el propósito de la existencia, el patrón base, la libertad, la posibilidad de elección, lo que nosotros llamamos errar.
El AMOR es la unión de las dos fuerzas existentes que bailan para que lo podamos experimentar.


Siempre hacemos lo que nos conviene, porque siempre “viene junto a nosotros” aquello acorde con nuestro entendimiento y nuestro grado de consciencia. Todo siempre acorde con la cantidad de luz que podemos manejar. Eso es nutrición. Si le diésemos a un bebé de un mes un trozo de carne, no podría extraer de él los nutrientes acordes con su momento vital.
Todo aquello que nos llega, es lo que nos conviene porque es lo que es acorde a nuestra proyección. Esa es la forma en la que se despliega la Ley una, el AMOR, y lo hace a través de la ley de atracción.  No quisiera separarme mucho del tema principal, pero me gustaría recordar que atraemos aquellos eventos que vibran con la frecuencia que nosotros emanamos, no con lo que simplemente deseamos.


¿Desde dónde estamos atendiendo?

¿En qué tipo de frecuencia estamos siendo presentes?

¿Cuál es nuestro baremo, nuestra brújula a seguir cuando hacemos lo que nos conviene?


Nuestro ego siempre está alineado con nuestro grado de consciencia, así que nuestros comportamientos son la manifestación del grado que nuestro ego tiene, de cuán alineado esté a eso que también somos, nuestro ser esencial.


Pero ¿Cómo puedo saber si lo que me conviene está alineado con mi ego o con mi ser? Parece una trampa difícil de sortear ya que, si mi ego tiene un grado de luz bajo y no soy capaz de ver más allá de él, ¿Cómo podré saltar esa barrera?.
Estamos tan acostumbrados a pensar que nuestro mayor aliado es nuestro pensamiento y que todo el resto de nosotros es baladí, que es como si estuviésemos en el mundo con una mano y un pie atados, un tapón en una oreja y un parche en un ojo.


El pensamiento solo es una de nuestras grandes habilidades. Hay otras que hemos desestimado, igual que hemos hecho con el poder de los sueños y la realidad de la herramienta de la imaginación.


La clave para traspasar la barrera de la oscuridad del ego pasa por el redescubrimiento de nuestro gran olvidado. Nuestro cuerpo emocional.
Se dice que para superar esta barrera, este círculo en el que estamos, hemos de escuchar a nuestro corazón, y así es; pero en muchas ocasiones pensamos que estamos escuchando a nuestro corazón cuando en realidad seguimos escuchando a nuestro ego, a nuestras “necesidades”, a lo que “sé“ que tengo hacer.


¿Quién podría ayudarnos en este discernimiento?
Otra parte de nosotros a la que hemos relegado a ser una mera percha de la ropa es nuestro físico.
El mundo occidental se ha basado siempre en la materia y ha olvidado su parte espiritual y el mundo oriental se ha centrado tanto en la parte espiritual que ha dejado en segundo plano la materialidad.


Otra vez la polaridad. Otra vez dos fuerzas. Otra vez dos expresiones de la unidad.
La clave está en la completitud, en escuchar siempre a dos bandas. Nada podrá devolverte a una unidad más elevada de ti mismo si dejas de lado una de ellas.
Para saber exactamente lo que tu corazón te está diciendo, no puedes usar tu mente para escucharlo. Para poder entender y discernir lo que tu parte espiritual está tratando de decirte, antes de llegar a ninguna conclusión, pásalo primero por el filtro de tu “fisicalidad”.


Un gran amigo una vez me contó que tenía la “necesidad” de decirle a su mejor amigo todo lo que “sentía” con respecto a su relación. Sentía que necesitaba hablarle sobre la forma en la que lo ninguneaba, cómo se sentía en relación a la manera exigente en que le pedía tal o cual cosa, cómo sentía su ácido juicio en cada frase o hecho que realizaba.
En nuestra conversación, una vez que liberó esa energía con su monólogo, mi pregunta fue.


-¿Qué sientes dentro de ti cuando piensas en decirle esas cosas?


-Siento que tengo que decirlo.


¡Aha! Ya veo, le dije. Pero eso que sientes que tienes que decir ¿Qué provoca dentro de ti?

Intenta explicarme lo que físicamente te trae. ¿Te sientes tranquilo?


¡Sí! Me dice. ¡Me siento seguro!


¡Aha!, ¡Vale! Pero una cosa. ¿Sientes algo parecido a algún tipo de “sanación”?


– ¡Sí! Siento que esto que le voy a decir me va a dar tranquilidad. Paz
.


¡Aaaah! Entonces, si eso te va a traer paz, es que ¡ahora no la sientes! Tienes que realizar ese acto para que te llegue esa paz, para sentir que se rellena un hueco, que se completa algo dentro de ti.


Su expresión lo dijo todo.


Acto seguido le pedí que llevara su atención a su propio cuerpo con esta idea:
-Si tu cuerpo estuviera conformado por un montón de burbujas que flotan en un mar interior, intenta decirme por favor, cómo se expresaban antes de entender que con la necesidad de tener esa conversación estabas buscando tu paz “fuera”, y cómo se expresan ahora que te has dado cuenta.
-Si me imagino cómo estarían las burbujas antes de esta conversación, siento que se expresaban de forma picuda, algunas burbujas estarían a punto de explotar y el movimiento sería como un oleaje. Ahora las burbujas están más serenas. Es como si de repente entraran en “calma chicha”.  


Si nuestros actos no vienen acompañados de una experiencia física de sosiego, paz interior, salud íntima, “completitud”, es que ese acto no viene de nuestro corazón, de la unidad interior de nuestros principios esenciales, de nuestro masculino y femenino, de nuestro padre y madre interiores.


La necesidad nos lleva a buscar esa unificación hacia afuera, en aras de encontrar el reflejo en el otro que nos permita ver qué nos falta de esa unidad. En este acto expresamos lo que creemos que somos para encontrar en el otro lo que aún no conocemos de nosotros, nuestra sombra. Todo aquello que “necesitamos” decir viene de nuestro ego que aún necesita completarse.


Cada día hacemos lo que nos conviene siendo nosotros mismos, mas tratemos de ponerle cada día un poco más de consciencia, procuremos un megáfono para esas palabras  interiores que tratan de guiarnos, un micrófono para esa voz que también es “nosotros mismos”.
Somos nosotros mismos siempre y hacemos lo que nos conviene constantemente, porque somos la totalidad manifestándose, la divinidad expresándose.

María Garrido.

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