LOS LÍMITES.

Todos los procesos de la vida física son progresivos. Las cuestiones de todo o nada pertenecen a otras dimensiones.

En esta realidad exterior nos movemos en segmentos determinados por dos polos. Cuánto más nos acerquemos a ellos, las experiencias que tendremos serán más drásticas, severas y conflictivas. Aprender a través de ellas nos enseña el camino del equilibrio, el camino del medio que enseñó el Buda, “el despierto”.

Una barrera, un límite, se usa para cerrar el paso a algo. Su contrario supone que todo podría pasar.

¿Cuál es la causa que subyace a la necesidad de tener que poner un límite?

Y digo necesidad, porque cuando hablamos de tener que poner límites no es porque estemos imbuidos de una sensación de paz y calma interiores, sino más bien de todo lo contrario.

¡Hasta aquí! ¡De aquí no paso! ¡Se acabó! ¡Es la última vez!

Estas son las frases que unimos con esa necesidad.

¿Es correcto atender a las necesidades?

¡Por supuesto! Y cuanto más apremiante sea más correcto.

Todo es correcto porque todo es perfecto y adecuado al momento de vida en el que estemos, mas la cuestión de fondo dentro de la perspectiva del desarrollo personal y espiritual, sería conocer qué hemos dejado avanzar tanto hacia nosotros que ahora tenemos la necesidad de ponerle un muro, una línea, un stop.

Observemos qué excesos son los que están llamando continuamente a nuestra puerta. ¿Peticiones? ¿Favores? ¿Insultos?

¿Cuál es la información que está escondida detrás de esos abusos?

Cuando el uso se vuelve excesivo, se convierte en un abuso, pero recordemos que todo parte de uno; siempre.

Quizás estemos hablando de que eres una persona a la que le cuesta expresarse y tu mundo te invita a decir tu opinión a través de un jefe impositivo, mediante una pareja explosiva, o por medio de una hermana que no para de hablar y de enjuiciar a todo lo que se le pasa por delante.

Quizás no te has dado cuenta, pero dentro de ti también se esconde una persona que no puede dominar su energía o que no sabe respetar los tiempos de los demás.

Quizás desde pequeño has sentido que no puedes expresarte libremente, que te han cortado las alas, que cualquier cosa que dijeras no era tenida en cuenta, etc., etc., y en tu vida de adulto sigues sufriendo por esa represión; pero observa qué puedes aprender de todo esto. Date cuenta de si tú eres capaz ahora de expresarte de alguna manera que no sea imponiéndote o posicionándote en el polo contario, callándote.

El acercamiento a lo que verdaderamente eres, está detrás todas esas oscuridades, “injusticias” y miedos y llegarás allí a través del camino del medio.

Poner límites no supone ser cortante, borde, áspero o duro.

A la oscuridad no se la elimina enfrentándose a ella, desaparece cuando la luz se hace presente.

María Garrido Garrido.

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