En el trabajo consciente del desarrollo personal, somos como Dorothy siguiendo el camino de baldosas amarillas. Cada una de ellas nos pone enfrente de otra persona, de “otro yo”, un espejo que nos devuelve una imagen sobre nosotros en el que poder reconocernos; pero a veces la imagen que vemos no nos gusta.
Aquí tenemos el enfrentamiento, el malestar que llega porque el ego se revuelve, porque… ¿Cómo va a ser eso mío? Pero ¿Qué significa realmente eso de… “es mío” ?
Hemos de partir de la base de que el que se cuestiona esta pregunta siempre es el ego. Nunca estamos desconectados de él, otra cosa es su madurez.
¿Está el ego al servicio del Ser o al servicio de sí mismo? Y no estoy haciendo un juicio con esta pregunta, pues siempre hay creación y el ego es una creación de la entidad, una chispa de la la Chispa, expresando el movimiento de la Vida, la infinitud, la eternidad. No olvides que todo eso eres tú, pero te has olvidado. Estás velado. Cuando te posicionas en tu ego sin ver nada más, cuando no eres capaz de ver todo el bosque, todo el panorama, es porque estás identificado con la parte de “delante” de lo que tú eres; crees que eres eso.
Ese proceso es el camino de baldosas amarillas, pequeñas luces que van iluminando tu camino para que puedas volver a Casa.
Hace que momento a momento tengamos la posibilidad de no perdernos, aunque aparentemente nos sintamos perdidos. Parece que el movimiento es “perdernos para encontrarnos”; por eso en el trabajo de reconocimiento se precisa de coraje, voluntad, fuego, principios masculino, acción. Es el principio requerido para superar el miedo que te encierra en la “cárcel”, “oscuridad” en la que crees que estás limitado. Cuando decimos que todo es nuestro sin entrar en sufrimiento o malestar, lo estamos expresando desde nuestra parte más esencial, desde la Unidad que también somos.
En este proceso ocurre una experiencia curiosa, la disonancia cognitiva.
Uno dice: lo que acaba de decir o hacer fulanito me sentó mal, pero sé que es mío. Eso produce disonancia, incongruencia, porque por una parte sé que es mío, pero por otra parte me siento mal. Las dos cosas son ciertas.
Eso es lo que quiero decir cuando explico que todo es “y”, que la Verdad es siempre inclusiva y que la solución se encuentra encerrada dentro de lo que aparenta ser una paradoja; la resolución de la polaridad, la complementación. Siempre el mismo patrón, siempre el mismo movimiento. Es como pensar que los metros y los kilómetros son unidades de longitud y por tanto un metro es lo mismo que un kilómetro. Parecido, pero nada que ver ¿verdad?.
Eso significa que el ser humano ha sido creado a imagen y semejanza. La expresión holográfica. El uno en el Todo y todo en el Uno. Así abajo como arriba. En el momento en que experimento esta disonancia me encuentro en una posición en la que sé pero sólo de forma intelectual, aún queda todo el recorrido experiencial para que pueda ser algo integrado.
– Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
– ¿Pero cómo lo hago?
– Andando.
¿Qué es lo que está ocurriendo realmente? Que lo que te ha dicho o hecho esa persona es algo tuyo como Totalidad y Unidad que eres; como Ser único que habita el Campo, el Vacío Cuántico que todo lo llena y lo impregna.
¿Estás identificado con que eres eso?
¿Qué es lo que está indicando la “distancia” a la que estás de sentirte ser Unidad?
He aquí, diferentes escalones, peldaños, travesaños, baldosas:
Que lo que te ha dicho esa personas te haya sentado: horrible, fatal, regular o más bien tengas una sensación de…”Ah! Ya…vale, ya sé…” “Me sienta fatal” y “¡Ah vale!” son dos baldosas distantes la una de la otra pero parte del camino que cada día se va creando.
¿Tienen la creación de tus baldosas la suficiente consolidación como para que puedas poner un pie y andar sobre ellas? Cultiva su solidificación. La consonancia cognitiva se va ganando cuando se empieza a saber qué es “Uno” en realidad; qué significa verdaderamente el “otro”. Y cuando uno es capaz de ir integrando que todas sus partes están en todos los espejos que se va encontrando en la vida, esa incorporación le hace tener la experiencia de “ya sé” y no sólo de forma intelectual.
En ese momento uno se va diluyendo en el océano de la Totalidad sin perder su individualidad, uno se va pudiendo identificar con “Todo lo que Es” en consonancia, porque la sabiduría nace de la unión de la actividad mental y la integración de la experiencia.
La Sabiduría es la Mente del Ser.
María Garrido Garrido.
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