Esta es mi respuesta ante la pregunta de: ¿Cómo podemos parar la mente?
La expresión más alta que puedo dar en estos momentos sobre qué es la Mente, es que es expresión eterna, la expresión del Uno, lo que impregna todo y lo mueve, la acción, el principio masculino de la Conciencia.
Y para conocerla, para ser conscientes de la Conciencia hemos de ser quienes de revelarla, ir hacia atrás desde donde estemos.
De esta definición podemos deducir que es imparable y de ahí su enrome y eterno poder, mas la lectura del concepto imparable tiene diferentes grados en función de quién lo lea.
Para mí, que la mente sea imparable es uno de los aspectos más grandiosos de lo que podemos ser, dioses creadores con plena potestad.
Para otros, que sea imparable es un problema y tal y como expresa la palabra, es un conflicto para el que lo vive.
Asumir que la mente no se puede parar, no debiere traernos un sentimiento de fracaso, ni de frustración, sino la grandiosa experiencia de la gracia dentro de nosotros; pero no confundamos parar con gestionar, administrar o dirigir.
Vayamos paso a paso en este camino.
¿Cómo podemos parar la mente?
Observo que esta pregunta encierra un conflicto inconsciente. Si alguien se pregunta cómo se podría…, es que de forma personal considera que no puede.
Una experiencia interior de “no poder”, encierra siempre un no saber y por tanto una inconsciencia de lo que uno es.
Traeré la espiritualidad al terreno usando una frase del mundo empresarial. Lo importante es: saber cómo. Know how.
Abraham Maslow, psicólogo humanista, definió el proceso de aprendizaje en 4 etapas:
1. Incompetencia inconsciente. No se sabe que no se sabe.
2. Incompetencia consciente. Se sabe que no se sabe.
3. Competencia consciente. Se sabe que se sabe.
4. Competencia inconsciente. No se sabe que se sabe.
Los primeros pasos del “revelado” supone que entendemos de forma intelectual que para poder ver lo que tenemos pegado a los ojos necesitamos alejarnos un poco, como cuando tenemos presbicia y tenemos que tomar distancia del objeto que queremos ver para poder percibirlo con claridad. Empezamos a darnos cuenta de que no sabemos, etapa 2 de Maslow.
Después desarrollamos este entendimiento con la práctica, ayudados de la gran clave que nos indica cuándo no estamos en el punto. Esta clave es la experiencia del conflicto, el cual es el efecto que sentimos cuando lo que nuestros espejos nos indican, choca con lo que nosotros creemos que es lo adecuado y la verdad.
¿Qué experiencias nos revelan que no tenemos gestión mental?
Aceleración, ansiedad, pensamientos recurrentes, futurización, problemas para dejar de pensar en determinados temas, etc.
No es el paso del tiempo en sí, ni la madurez biológica lo que hace el aprendizaje, sino la comprensión. Un acto de profundo entendimiento de la Realidad.
A medida que el entendimiento nos va empapando, vamos comprendiendo, vamos haciendo nuestro el entendimiento, entonces nuestras acciones se van volviendo más y más sabias. En nuestra cuenta de balance interior vamos introduciendo más valor en la parte del “haber” y cada vez habrá menos en la columna del “debe”. Siguiendo con el ejemplo, la empresa cada vez está más saneada, cada día más consolidada.
Y esa es la misma experiencia que sentimos cuando empezamos a tener habilidad para dirigir nuestra mente. Nos sentimos más sanos física, psicológica y emocionalmente, con más energía vital, más contentos, entusiasmados, con una mayor seguridad interior, encontramos nuestro valor sin necesidad de compararnos con nadie, etc. Empezamos a saber que sabemos.
Este trabajo llevado a cabo a través de la voluntad, hace que nuestros comportamientos sean, en la medida que se va ganando más y más comprensión, más sabios. En este momento llegamos a la última parte del proceso de aprendizaje. La competencia inconsciente. No saber que se sabe. Para la persona toda esta información es natural y de la misma forma dirige sus comportamientos.
Cuando uno sabe conducir, simplemente lo hace y con total naturalidad. Más tarde llega el momento de poder desarrollar un nuevo aprendizaje, para eso, para crear algo nuevo, ha de recaer en el punto 3 del proceso de aprendizaje, la competencia consciente, darse cuenta de que sí sabe y desarrollar su propia forma de expresión para hacerse entender.
¿Qué pasa cuando uno sabe conducir? Que sus viajes son cada día más placenteros, que puede ocuparse de otras cosas mientras conduce, como escuchar música o detener sus ojos brevemente a ver las nubes, que la posibilidad de tener un accidente es cada vez menor y si la hay, lo más probable es que no sea excesivamente grave, que puede recuperarse antes de cualquier incidente, que habrá más posibilidades de que pueda esquivar el problema y aprender de esa experiencia con más facilidad.
Estar velados de nosotros mismos supone una visión ignorante de lo que somos, estamos demasiado “hacia delante”. Eso es lo que significa un ego inconsciente de lo que es como entidad. Un ser que piensa que sólo es ese puntito que está enfocado hacia su realidad exterior, cuando en realidad es mucho mayor de lo que se piensa. Esto es expresión de energía uno, de principio masculino sin consciencia de sí.
Estar “hacia delante” supone estar muy identificados con las “cosas del mundo”, con lo de fuera, estamos muy presentes en el ego inconsciente, muy olvidados de lo que somos como entidad total.
La llave maestra que abre la puerta de cómo gestionar la mente acelerada, con falta de control, es aplicar la misma energía uno “hacia atrás”. Realmente ese uno, ese ego podría estar en “cualquier parte” de la totalidad de su ser, pero no puede hacerlo porque no sabe qué es.
Cuando te “echas para atrás” se requiere de ti un esfuerzo al principio, una experiencia de no saber, momentos de dudas, de estar perdido, de no ver…
Al principio del proceso de recordar quienes somos, buscamos fuera lo que en realidad siempre estuvo dentro. Nos ayudan en este proceso otros “unos” que nos devuelven una y otra vez a la casilla de salida para que nos dirijamos hacia nosotros mismos. Todos son maestros, algunos conscientes de que lo son y otros ignorantes de su rol, y cada uno con su energía eficaz para lograr lo que se requiere en este eterno viaje.
El otro, mi espejo, es sumado a mí un 2, pero cuando somos inconscientes de lo que verdaderamente significa su presencia, lo consideramos como algo ajeno a nosotros, está fuera, no tiene nada que ver conmigo y esa es la fuerza que necesito para ir “introduciéndolo” dentro de mí, para irme empapando, para ir aprendiendo que ese “otro uno”, ese supuesto dos, soy yo mismo, pero más grande de lo que me creo en realidad.
Esto sería la expresión de un dos visto como algo fuera, supone que mi visión es un movimiento hacia delante que suma al uno pero sin conciencia de quien se es.
El número dos tiene al uno en su interior pero puede ser inconsciente de este hecho. La única diferencia entre todos los “unos” es conocer este dato o no. Por tanto, tal y como se definió en un principio, ese otro uno, ese dos, también es expresión, y por tanto es Mente.
Para comprender que ese otro, ese 2, es yo mismo, hemos de ir “hacia atrás”, hemos de retirarnos de nuestro ego lo más que podamos. Este acto nos puede revelar todo sobre nosotros mismos.
Respirar más conscientemente, movernos con más lentitud, mejorar nuestra capacidad de observación, desarrollar nuestra perspicacia, enfocar nuestra atención conscientemente en pensamientos saludables, valorar lo que vayamos a decir antes de que salgan los automatismos de nuestro ego inconsciente.
El dos hacia adentro, consciente, supone que se le ha de poner luz al uno ignorante, supone crear espacio, hacer silencio dentro.
Esta es la expresión del uno con consciencia de sí, un uno iluminado en el que se puede observar un dos naciendo dentro, cada día se da cuenta de que todo lo que está fuera es un reflejo de la totalidad que es.
¿Cómo se vive esto? ¿Cómo se experiencia esto físicamente?
Con la sensación interior de salud. Uno que sabe, experimenta, los otros unos dentro como ausencia de dolor físico, emocional y mental, con paz, con calma y tranquilidad, con sosiego.
Al principio la formación de ese dos es muy pequeña, un pequeño puntito interior que se escapa con mucha facilidad. Por más que uno quiera centrarse, la mente se va, una y otra vez. Pero el trabajo diario, la constancia amable supone el desarrollo de la incipiente voluntad, lo que hará que cada día se pueda expresar con más y más poder.
María Garrido Garrido.
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