SABER SOLTAR.


En esta última temporada me he dado cuenta de que, en el momento en que crees que eres muy consciente de algo, te encuentras ante las puertas de un nuevo salto de consciencia.

Este avance es imprescindible que pase por un entendimiento psicológico de cómo funcionan las cosas, pero el “click” que ansiamos no está ahí, ya que ese entendimiento no es satisfactorio para el alma, aunque sin duda es vital para que el verdadero reconocimiento pueda llegar.

De forma intelectual, hemos de darnos cuenta de que para poder soltar, igual que para poder perdonar, hemos de ponernos en los zapatos del otro y poder ver la película de lo ocurrido desde dentro de su ego; pero esto a veces no llega porque aún estamos en la consciencia de que no somos el otro.

Nos ponemos dentro del otro pero disfrazados de nosotros.

Por supuesto, hay muchas implicaciones de no tener la consciencia de que el otro soy yo; entre ellas, la experiencia de un ego demasiado herido, que sí puede intelectualizar que el otro hizo lo que hizo porque no sabía más, pero eso no significa que deje de sufrir por lo ocurrido, por tanto, soltar es algo que aún está lejos. A ese ego le toca seguir creciendo un poco más hasta poder dejar de sentir dolor.

Desde mi punto de vista, el caso es no declinar en esta forma de mirar la vida, porque muchas veces, cuando no encontramos un cambio inmediato, nos desinflamos rechazando esta forma de vivir como absurda.

No nos damos cuenta en ese momento que nuestro ego está siendo puesto a prueba.

La materialización en nuestra dimensión no es inmediata pues nuestra mente colectiva funciona  con la creencia de la unidireccionalidad del tiempo: pasado, presente, futuro. Esa creencia es muy poderosa. Creemos mucho más profundamente que las cosas no pasan de hoy para ayer, que, que somos seres  creadores y que podemos manifestar todo aquello que pensemos y deseos de forma instantánea. Eso es creer en la magia, en los milagros o en  cualquier cosa del estilo, pero no es la realidad.

He descubierto que no cejar en el empeño de seguir viviendo en la creencia de que somos seres multidimensionales y que la realidad es mucho más grande que la que percibimos con nuestros ojos físicos, nos da la posibilidad de ir haciendo pequeñas brechas en las creencias profundas que nos mantienen atrapados en las estrechas posibilidades de la realidad de a pie.

Observo que ocurren al menos cinco efectos de este trabajo:

1. Ocurren pequeños-grandes “milagros” en la vida, empezando por sincronicidades menores, hasta algunas verdaderamente difíciles de creer.

2. La frecuencia vibratoria con la que se vive es cada día un poco más alta y mucho más estable, con todas las consecuencias maravillosas que eso puede traer.

3. Los procesos de aprendizaje traspasan esta realidad y se entra en la consciencia de aprender desde otras realidades a las cuales tenemos acceso por ejemplo desde el mundo onírico.

4. Empezamos a experimentar qué es el otro de una manera mucho más significativa.

5. Nuestra experiencia emocional se abre y madura.

La unión de estos dos últimos puntos hacen que pueda empezar a saber soltar verdaderamente, porque no solo entiendo de forma psicológica que el otro hizo lo que hizo porque era lo que podía, sino que soy capaz de sentir, experimentar a otro nivel qué le llevó a hacerlo.

Todo este trabajo hace que el nuevo peldaño que apareció con el entendimiento psicológico, ahora se asiente y se pueda transitar por él.

El crecimiento y la estabilidad de la frecuencia vibratoria, hace que el cuerpo mental cobre cada vez más poder y que el cuerpo emocional se vaya abriendo y asentando.

Hasta ahora uníamos el cuerpo emocional con sentir. Algunos nos congratulábamos por ser muy sensitivos, otros nos conformábamos con tratar de gobernar nuestras emociones y otros rehuíamos  de nuestro mundo emocional por la inundación que eso nos provocaba.

Personalmente ahora entiendo que todo son fases para llegar a saber.

Se repite la máxima de que la sabiduría pasa por el entendimiento y la experiencia.

La gran sabiduría del desapego es saber soltar; y al igual que saber perdonar, es una consecuencia, primero de un entendimiento mental, después de un proceso de afianzamiento de esa idea  y posteriormente de un crecimiento y madurez del cuerpo emocional.

Siento que seguir en este camino traerá nuevos escalones por los que transitar, y que caminar por ellos nos hará vivir cada día más felices y con mayor paz interior. Me inclino a pensar que este es un gran camino para poder llegar a  recordar nuestra gran sabiduría.

María Garrido Garrido.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *