LA LEY DE ATRACCIÓN.

Hablar de espiritualidad no es hablar sobre algo ajeno a nosotros.

Cada día somos más y más conscientes de qué somos, y esa consciencia nos hace vivir nuestras vidas de una forma mucho más abierta y receptiva.

A cada segundo, los seres humanos estamos creciendo y vamos iluminando esas partes olvidadas de nosotros. Somos como los exploradores que llenos de entusiasmo se abren al descubrimientos de nuevas tierras o al revelado de misterios.

Empezamos a estar acostumbrados a oír que somos seres creadores, pero no actuamos conscientemente como tales. Ya no estoy hablando de la responsabilidad que supone este hecho, sino de que no somos conscientes de que la solución a nuestros supuestos problemas siempre estuvo, está y siempre estará en nuestras manos.

Nadie tiene que devolvernos nada. Nada tenemos que reclamar. Sólo tenemos que “darnos cuenta”.

Nuestro problema es más bien de “enfoque vibracional”. Realmente los seres humanos creamos a través de nuestros pensamientos y emociones. Algunos de ellos se convierten en la realidad física en la que estamos enfocados y otros se convierten en realidades en las que simplemente no estamos enfocados; pero nada de esto resta su eterno y enorme valor.

Esta realidad física es la única en la que normalmente estamos enfocados y por eso pensamos que es la única verdadera.

También tendemos a pensar que todo lo que está “fuera” o “por encima” de esta vida es infinitamente mejor, y esa es la información en la que nos basamos para “seguir tirando” en ésta; o incluso en la que nos apoyamos para dejar de sufrir apartándonos voluntariamente de la fisicalidad, bien estando ausentes supuestamente meditando, o incluso quitándonos la vida física.

A penas nos damos cuenta de que la frecuencia vibratoria de esos pensamientos y sentimientos, su “tono o el color” con los que están teñidos, harán vibrar a los átomos de nuestras próximas construcciones físicas de la misma manera.

Sabemos que existe la ley de atracción pero al no darnos cuenta de las emisiones reales de nuestros pensamientos, no entendemos por qué nos ocurre lo que nos ocurre.

Yo puedo decir por ejemplo, que quiero adelgazar y estoy muy motivado para hacerlo, pero la energía de fondo que posee ese deseo, está cargado de frecuencias de frustración, duro esfuerzo, sentimientos de desvalorización por ser ahora como soy, de rechazo a mi cuerpo actual, etc.

Otro ejemplo. Sin darme cuenta, en mi vida estoy enfocada en producir, en trabajar, en sacar las cosas adelante porque el dinero me hace falta. Tengo muchas cuentas que pagar y ese es el medio para poder conseguirlo.

Resta decir que nos hemos programado con la información del esfuerzo en todo y más si cabe en relación al trabajo; y ese esfuerzo es la raíz de aquello que merecemos y de lo que no. Quien no hace con esfuerzo, no merece, y por tanto no gana; mas el esfuerzo es ahínco y no tiene por qué tener dureza, tensión, ni sufrimiento.

Observemos más detalladamente este último ejemplo. La razón verdadera que está alimentando ese acto no tiene una frecuencia elevada. El dinero me hace falta y hay que esforzarse para conseguir las cosas. Esa vibración no contiene ni salud, ni fluidez, ni alegría de vivir.

Si nos parásemos a pensar en cuál es la verdadera razón por la que hacemos las cosas, nos daríamos cuenta del color con el que las hacemos.

Si yo viviese y trabajase desde las ganas de compartir, de aportar, de deleitarme, de expresar mi valor real como ser espiritual que soy, desde el poder de saborear en cada momento mis conversaciones, mis contactos con las cosas y con otros seres, las manifestaciones que se harían físicas tendrían exactamente ese mismo color.

El valor de cada contacto es el que yo quiera darle. No hay momento grande ni pequeño, ni contacto menor o mayor, per se; todo es susceptible de poder llenarnos con la maravillosa energía del descubrimiento y del asombro.

La ley de la atracción funciona siempre y no es cuestión de intentarlo, ni de enfoque mental, es cuestión de ser conscientes de qué está teñido nuestro enfoque vibracional.

María Garrido Garrido.

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