Cuando la energía que anima el cuerpo y la personalidad que tomamos entra en este mundo de densidad, perdemos de vista nuestra parte eterna y divinizada, esta que nos conecta con la esencia de la que todos partimos y a los que todos volvemos una vez que transitamos por la experiencia manifiesta.
Ciegos y olvidados de nosotros mismos, vivimos en un mundo enfocado casi exclusivamente en lo material, pensando que lo único real es lo que ocurre fuera de nosotros, en nuestro exterior. Nos olvidamos del principio de correspondencia, “como es arriba es abajo y como es abajo es arriba”. Dejamos totalmente de lado que lo que ocurre fuera, tuvo su origen dentro.
A los psicólogos suelen llegarnos consultas de padres preocupados por el futuro de sus hijos.
“La vida es muy dura y mi hijo es demasiado sensible. No puede ser así porque va a sufrir mucho. ¡Tiene que aprender a ser más duro!”.
Tendemos a enfocarnos en nuestros miedos; no suele ser una dinámica común darnos cuenta de lo que de verdad se esconden tras ellos. Aún no somos hábiles en entender que,
En realidad, los padres de cualquier niño o niña, no busca que su hijo sea más duro; ni siquiera busca que no sufra; sino que busca que llegue a experimentar y hallar un equilibrio sano, feliz y pacífico en su interior.
Para conseguir este objetivo no se puede negar ni obviar lo que uno es y los recursos que uno trae.
Algunos lectores pueden que estén en desacuerdo conmigo porque piensan que la sensibilidad es una característica de todos los niños mas discrepo y me explico.
Es cierto que todos venimos de lo alto y durante la infancia somos capaces de conectar más fácilmente con la armonía, la belleza, y la felicidad; pero no todos venimos con las cualidades de la empatía, la observación y la compasión como grandes potenciales.
Tampoco estoy haciendo un juicio sobre si estas cualidades son mejores o peores que otras, pues igual de maravillosos son aquellos que se caracterizan por ser creadores materiales, capaces de entender claramente cómo funcionan las formas y las estructuras; y, por supuesto, también lo son esos otros que al principio de sus vidas parecieran unos perdidos en su mundo, volando de aquí para allá, los cuales cuando afinen sus cualidades se podrán convertir en los futuros genios que traigan excelentes avances para la humanidad.
No todos tenemos pasta de ingenieros, fontaneros, artistas, físicos cuánticos, dependientes, abogados, psicólogos o entrenadores. Simplemente todos traemos algo maravilloso.
Aprender a gestionar las potencialidades nos pondrá en la senda de nuestro camino particular. Nuestro camino de baldosas amarillas que nos permitirá vivir en salud, felicidad y paz; pues viviremos desde nuestra esencia, aprendiendo lo que nos toca desde ser nosotros mismos.
La vocación viene con nosotros y la encontramos en nuestras diferentes formas de observar e interactuar con el mundo desde pequeños.
En mi opinión, lo importante no es si la profesión que uno escoge tiene más o menos salida; sino si es acorde con uno mismo.
Sea cual sea la elegida, si hay coherencia interior, serás un excelente profesional, porque se habrá llenado de vocación, del llamado interior.
María Garrido.
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