Nunca podremos saber qué siente alguien exactamente por nosotros por mucho que nos lo diga.
Sí, lo sé, muchos somos sinceros, mas la sinceridad solo es la expresión de la equiparación de un pensamiento o un sentimiento. Ser sincero con nuestros sentimientos es muy noble, pero no significa amar.
¿Qué declamamos exactamente cuando decimos “te quiero”?
Una frase corta e intensa no solo reservada para una relación de pareja.
¿Cuán implicadas están mis propias necesidades en esa expresión, e incluso en ese afecto?
¿Puedo realmente desvincularme de mis propias insuficiencias cuando expreso afecto por otra persona?
¿Por qué declarar diferente el amor que uno siente por su pareja, por un amigo o por su perro?
Algunos podrían considerar esta pregunta frívola, mas se alejarían de mi intención.
El amor, es amor.
Resulta extremadamente paradójico pensar que nunca podemos actuar en verdad con el significado que le hemos dado al concepto de altruismo. Es inevitable; cuando uno da amor siempre recibe amor aunque no lo espere; de hecho, en mi opinión, se recibe más.
La cuestión es que a veces pensamos que damos amor y estamos dando otra cosa.
Si uno piensa en amor en relación a lo que la contraparte le proporciona, no está sintiendo amor.
Se atesora amor cuando uno aprende a amar a cada cosa por lo que es; no porque lo que le dé más o menos, no porque le aporte, no porque le haga sentir algo en especial.
Cuando consigamos ver el amor por doquier, cuando nuestros ojos no vean más que eso, entonces sabremos que estamos cerca.
María Garrido Garrido.
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