Dentro de la mitología griega, Tiresias representó el papel de la clarividencia, y otros conceptos iniciáticos de los cuales podría hablar en otra entrada… en contraste con su ceguera física.
El mito nos habla de la superación de la dualidad de las polaridades energéticas: masculino-femenino y de la capacidad de la perspicacia, “ver más allá”, trascendiendo lo obvio y la polaridad.
Hace un tiempo que vengo observando que antes de empezar mis sesiones terapéuticas y me conecto con “esa otra yo”, llevo mis manos a mis ojos. La sensación que me invade es de… “¡así sí!” y, a partir de ahí, todo es natural, rápido y eficiente.
Ayer una imagen simbólica se presentó en mi meditación. Dos triángulos enfrentados verticalmente por su vértice.
Esta era la primera vez que unos triángulos aparecían en esta posición.
Entendí. Lo “femenino-superior”, la capacidad de intuición, la perspicacia, etc. está entrando en lo “masculino- inferior”, la materia, la densidad, el cuerpo físico, etc.
La representación de todo lo que significa lo femenino como principio energético está haciendo su aparición, está integrándose en el principio masculino que ya está asentado.
Un ejemplo puede ser mi vivencia de cómo la intuición se abre paso ante mi fuerte y arraigada racionalidad.
En mi meditación de hoy, apareció, en una imagen mental, un hombre santo con una venda en sus ojos. El hombre no estaba preocupado por su ceguera, estaba radiante de luz y con sus manos en posición abierta, hacia arriba.
Mi pequeña mente se preguntaba… ¿qué querrá decir este “hombre ciego”?
Una sensación interior de “deja que llegue…” me inundó y ahí me mantuve, observando a ese hombre santo iluminado y sin resistencia a su ceguera. Un hombre de pelo castaño, con barba y pelo largo que claramente estaba “conectado” y en paz.
Mi pequeña mente se fue por otros derroteros y al cabo de lo que parecieron unos minutos la imagen volvió.
Ahora el hombre no tenía venda, era mucho más mayor, con pelo blanco radiante, y su brillo y paz interior eran nítidas y cristalinas.
Y una frase resonó en mi interior.
“El sabio no necesita sus ojos para ver”.
Ahora comprendo…
María Garrido Garrido.
Deja una respuesta